Para comenzar a explicar la rehabilitación del Hotel Molino Candeal es importante hacer hincapié en primer lugar en su enclave. Este establecimiento hostelero que cuenta con más de mil metros cuadrados de uso para sus huéspedes está situado en un entorno privilegiado: el paraje natural de Guaguix, en las cercanías del río Gallego, pegado o formando parte de la acequia de Guaguix y rodeado de caminos rurales, que por el norte dan al pueblo de Caniles y su sierra, y al sur nos conducen río abajo por la preciosa vega canilera, descubriendo antiguas edificaciones industriales como la antigua azucarera o incluso otros molinos como el caso del Molino de Batán. De hecho, uno de los principales reclamos turísticos del Molino Candeal es la gratificante senda que hay desde sus dependencias hasta el Puente de Hierro, imagen icónica canilera cuyas costuras férreas poseen duende fotográfico.

La actuación arquitectónica de este complejo ha consistido fundamentalmente en convertir y respetar un antiguo molino harinero con más de un siglo de antigüedad en un hotel con encanto. Con ello no solo se ha puesto en valor un antiguo inmueble con una relevancia histórica considerable, sino que además se ha rescatado para el caso un patrimonio cultural como es la importancia que ha tenido (y tiene) el agua en nuestra forma de vida.

Esa fue precisamente una de las premisas arquitectónicas que siguió nuestro estudio a la hora de regenerar y darle vida de nuevo al edificio. Digamos que el antiguo recorrido del agua nos sirvió como columna vertebral del actual diseño. De lo que se trataba era de crear una especie de itinerario por la parte principal del edificio con el agua y toda la maquinaria hidráulica de antaño como protagonista. De esta manera, los futuros visitantes podían entender de primera mano cómo funcionaba el molino en sus días de esplendor y mayor actividad.  Con esta premisa se cambió la entrada principal del inmueble y se redirigió hacia lo que antiguamente hacía las labores de vaso en el molino. Fue un cambio deliberado, hecho a propósito para seguir el antiguo cauce del agua. 

 

Con esa actuación conseguíamos que lo que antes se anegaba de agua ahora se inundase de luz. Este nuevo acceso permitía entrar directamente a las entrañas de este molino del siglo XIX y ver in situ toda la maquinaria que todavía se conserva a día de hoy, que se ha parapetado tras enormes cristaleras para proyectar toda su vetustez.

Con el fin de darle mayor protagonismo a la luz, lo que se hizo también fue poner toda la maquinaria a doble altura para que el foco visual se ajustase a su protagonismo. Este metafórico recorrido del agua se mantiene desde la entrada principal hasta el piso superior, donde se encuentran las habitaciones y apartamentos de nuevo cuño.

Se trataba de crear un equilibrio entre el pasado y el nuevo presente para que todo discurriese con naturalidad. El resultado es un hotel boutique que respeta la historia y con una funcionalidad excelente. Un edificio diseñado para disfrutar. Con esta actuación se incentiva la protección y puesta en valor del patrimonio existente, dándolo a conocer no solo a los turistas sino también a los propios canileros.